Durante el primer año de la pandemia las frutas parecían ser la excepción frente a los lamentos generales de la economía. Su consumo explotó, debido al vuelco hacia la vida sana. Pero esto duró poco y pronto se mostró el lado negativo de la pandemia: aumento de costos, caída del poder adquisitivo y complicaciones en la logística. “La guerra entre Rusia y Ucrania complicó aun más la situación y trajo una gran incertidumbre”, indicó Betina Ernst, de TopInfo.
Precisó que durante una primera etapa, la pandemia favoreció al comercio de frutas, al valorarse todo lo relacionado a la vida sana. “El consumo de fruta registró un verdadero boom, con valores de venta que hacía años no se veían. Pero el entusiasmo no duró demasiado. Ya en el segundo año las ventas cayeron a niveles casi normales; y en el tercer año incluso se observa cierta apatía”, explicó. Consideró que se percibe un cansancio general relacionado a pandemia, al encierro, a las restricciones, a los que se sumaron las consecuencias negativas que trajo la pandemia, como aumento de costos, problemas económicos y
serias complicaciones logísticas. “Y encima de todo esto, un nuevo evento está sacudiendo al mundo: el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, que alteró también el mundo frutícola”, afirmó Ernst.
Señaló que todos los países sufrieron incrementos de costos, de entre un 20% y un 30% en lo que respecta a insumos, a energía y a la logística. “Este aumento es difícil de trasladar a los compradores, que por ahora no aceptan incrementar sus pagos. En especial, los supermercados, que pretenden continuar con la habitual política de precios y de promociones. El dilema de los minoristas es que por un lado se encarecen los productos y por otro al consumidor se le redujo su poder adquisitivo, por la pandemia o por la guerra”, dijo. Destacó que el traslado de la fruta desde las zonas de producción a los puertos
se complicó; aun más los de los países proveedores a los mercados. “Esto significa hoy un gran dolor de cabeza, que afecta principalmente a los países del hemisferio sur. Faltan contenedores, se retrasa la carga y, aun más, la descarga”, indicó. Insistió en que a las complicaciones de la pandemia se sumaron las del conflicto bélico. “Hay una incertidumbre respecto de los barcos que originalmente eran destinados a Rusia, hay redireccionamientos, cambios en las planificaciones, etcétera. Ya es lo más normal que los envíos que vienen de los países australes se retrasen entre siete y 14 días, y aun más”, contó. Otro punto que Ernst consideró preocupante es la evolución del consumo. “En el primer año de la pandemia se vio un boom del consumo; en especial, por aquellas frutas que se asociaban a la salud -cítricos, arándanos-. Pero a medida de que la pandemia se extendió llegó un cierto hartazgo y, luego, depresión. El consumo volvió a sus niveles prepandemia; e incluso cayó por debajo”, remarcó.
Afirmó que el estallido de la guerra, a fines de febrero, alteró no solo la relación comercial con Rusia y con Ucrania, sino la economía del mundo. “Respecto de las frutas, su incidencia es muy grande, ya que Rusia es el primer importador mundial de frutas templadas. Por otro lado, el rublo se devaluó -aunque en las últimas dos semanas se recuperó parcialmente-. Al consumidor ruso le será más difícil adquirir fruta importada, ante las dificultades de envío, ante los
elevados costos, ante la caída del poder adquisitivo y ante la devaluación del rublo”, enumeró Ernst.
Recordó que la Argentina es un gran proveedor de Rusia -un 40% de sus mandarinas y de sus uvas, un 20% de las peras y de los limones, y un 10% de las manzanas-. “Cuando estalló el conflicto había 11.000 toneladas de peras en el agua. Estas arribarán a San Petersburgo, sin que se conozca cómo será la cobranza. Se realizan algunos envíos a Rusia, tanto de peras, como de limones; pero se trata de volúmenes acotados y el envío, así como la cobranza, encierran una gran incertidumbre”, indicó.
Fuente: La Gaceta Rural.